Desde que Jesús vino al mundo como Dios verdadero y como Hombre también verdadero, podemos decir con San Pablo (Flp. 4, 4-7) que“el Señor está cerca”, porque cada día que pasa nos acerca más a la venida del Señor. «Sí, vengo pronto», nos dice el final del Apocalipsis (Ap 22, 20)
¿Cuándo será ese momento? Nadie, absolutamente nadie, lo sabe con certeza. Eso nos lo ha dicho Jesús. Pero también nos ha hado algunos signos que El mismo nos invita a observar:
1.) Muchos
tratarán de hacerse pasar por Cristo. 2.) Sucederán guerras y
revoluciones que no son aún el final. 3.) Se levantará una nación
contra otra y un reino contra otro. 4.) Terremotos, epidemias y
hambres. 5.) Señales prodigiosas y terribles en el cielo.
6.) Persecuciones y traiciones para los cristianos. 7.) El Evangelio
habrá sido predicado en todo el mundo. 8.) La mayor parte de la
humanidad estará imbuida en las cosas del mundo y habrá perdido la fe.
9.) Después se manifestará el anti-Cristo, que con el poder de Satanás
realizará prodigios con los que pretenderá engañar a toda la humanidad. (Mt 24, 4-51; Lc 21, 5-36).
¿Cómo
volverá Jesucristo? Primeramente aparecerá en el cielo su señal -la
cruz-; vendrá acompañado de Ángeles y aparecerá con gran poder y
gloria. (Mt. 24, 30-31)
Entonces ... ¿qué hacer? También nos lo dice el mismo Jesús: «Por eso estén vigilando y orando en todo momento, para que se les conceda escapar de todo lo que debe suceder y estar de pie ante el Hijo del Hombre.» (Lc 21, 36)
San Pablo también nos responde con la misma consigna: “No se inquieten por nada; más bien presenten sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud”. La oración es, sin duda, uno de los ingredientes más importantes para prepararnos a la venida del Señor.
Pero
¿qué más hacer? Con la oración como punto de partida, la Misa
dominical que no debe faltar, arrepentimiento y Confesión sacramental de
nuestros pecados y la Comunión lo más frecuente posible, debemos
realizar el ideal del cristiano que conocemos.
A
San Juan Bautista le tocó ir preparando a la gente a la aparición
pública de su primo Jesús. Los que le seguían le preguntaban “¿qué debemos hacer?” (Lc. 3, 10-18). Y él les daba ya un programa de vida que parecía un preludio del mandamiento del amor que Jesús nos traería. “Quien tenga dos túnicas que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo”.
A los publicanos, funcionarios públicos les decía: “No cobren más de lo establecido, sino conténtense con su salario”. A los soldados: “No extorsionen a nadie, ni denuncien a nadie falsamente”.
Ahora
bien, siguiendo la tónica del Adviento, este tiempo preparatorio a la
Navidad, las lecturas nos llevan de la primera a la segunda venida de
Cristo. San Juan Bautista nos habla de la aparición pública del Mesías
allá en Palestina hace poco más de dos mil años, pero también nos habla
de su segunda venida: “El tiene el bieldo en la mano para separar el trigo de la paja; guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”. (Lc 3, 10-18)
Clarísima
alusión al fin del mundo, cuando Cristo separará a los buenos de los
malos: unos irán al Cielo y otros al Infierno, al fuego que no se
extingue.
Oración y vigilancia es lo que nos pide el Señor: orar y actuar como si hoy -y todos los días- fueran el último día de nuestra vida terrena.
Lo
importante no es saber el cómo. Lo importante no es saber el cuándo.
Lo importante es estar siempre preparados. Lo importante es vivir cada
día como si fuera el último día de nuestra vida en la tierra.
"Amado San José, haz crecer en mí la fe que en ella buscaré la esperanza y caridad"
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