Fiesta de la Presentación del Señor - | ||||
Tiempo Ordinario - Ciclo "C" Sábado 2 de Febrero de 2013 - | ||||
A cuarenta días después del nacimiento del Niño Jesús, la Liturgia nos lleva al Templo de Jerusalén y nos pone una nota de advertencia y de dolor. Nos anuncia que el Salvador prometido provocará oposición de muchos y, además, que su misión será en dolor -para El y para su Madre- pues el Niño que ha nacido es el Cordero que deberá ser inmolado para la salvación del mundo.
¿En qué consistía esta ceremonia que cumplieron la Santísima Virgen y San José a los cuarenta días de nacido Jesús?
El texto habla del rito de la purificación y de presentar al Niño al Señor. Son dos exigencias que se cumplen en un mismo momento, justamente a los 40 días después del nacimiento. Después de pasar ese tiempo, se consideraba que la madre ya podía presentarse en el Templo y tenía que ofrecer un sacrificio de purificación, que solía ser un cordero y un pichón de paloma. Pero, si era pobre, podía presentar dos pichones.
María y José presentaron dos pichones. Por este hecho podemos ver que de veras eran pobres. No pudieron hacer la ofrenda de los pudientes que era un cordero.
Pero nos dice Juan Pablo II (Catequesis 11-12-1996) que ellos llevaron una ofrenda muchísimo más valiosa, porque llevaron al Verdadero Cordero que redimiría la humanidad.
¿Qué nos dice de la Sagrada Familia el hecho de que cumplan con tanto cuidado todo lo prescrito?
Nos habla de la humildad y la obediencia. ¿No tendrían que estar exentos de tantas exigencias los que traían al mismo Dios al Templo? ¿No era Jesús el autor de la Ley? ¿No era María la Pureza misma para tener que ofrecer dos pichones para ser purificada? ¡Qué inmensa humildad!
La Madre de Dios, aun siendo inmaculada y purísima, y aun sabiendo que su Hijo era Dios, no dudaba en someterse a los requerimientos de la Ley Hebrea. Y así, cuando llegó el momento partió la Sagrada Familia hacia Jerusalén (Lc. 2, 22-40).
¿Quién aparece en escena en este momento de la Presentación de Jesús en el Templo?
María estaba pasando por el patio exterior del Templo con su Divino Hijo, pero a nadie llamaba la atención, pues el gentío no sospechaba en lo más mínimo que el Mesías acababa de entrar por primera vez a la Casa de su Padre.
Pero sí hubo un hombre, uno solo, que reconoció al Niño Jesús como el Salvador del mundo: gloria de Israel y luz de las naciones.
Simeón esperaba a un Redentor diferente al que esperaba el resto del pueblo judío. Los judíos esperaban un redentor terreno. Simeón esperaba a Aquél que traería la verdadera redención: la redención del pecado.
El Espíritu Santo le había asegurado que no moriría sin conocer al Mesías prometido que salvaría al mundo de sus pecados.
Lc 2:
25. Había entonces en Jerusalén un hombre muy piadoso y cumplidor a los ojos de Dios, llamado Simeón. Este hombre esperaba el día en que Dios atendiera a Israel, y el Espíritu Santo estaba con él.
26. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Mesías del Señor.
27. El Espíritu también lo llevó al Templo en aquel momento. Como los padres traían al Niño Jesús para cumplir con Él lo que mandaba la Ley,
28. Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios con estas palabras:
29. Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz como le has dicho.
30. Porque mis ojos han visto a tu salvador,
31. que has preparado y ofreces a todos los pueblos,
32. luz que se revelará a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel.
33. Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que se decía del Niño.
34. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, este Niño traerá a la gente de Israel ya sea caída o resurrección. Será signo de contradicción en cuanto se manifieste,
35. mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres.»
26. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Mesías del Señor.
27. El Espíritu también lo llevó al Templo en aquel momento. Como los padres traían al Niño Jesús para cumplir con Él lo que mandaba la Ley,
28. Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios con estas palabras:
29. Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu servidor muera en paz como le has dicho.
30. Porque mis ojos han visto a tu salvador,
31. que has preparado y ofreces a todos los pueblos,
32. luz que se revelará a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel.
33. Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que se decía del Niño.
34. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, este Niño traerá a la gente de Israel ya sea caída o resurrección. Será signo de contradicción en cuanto se manifieste,
35. mientras a ti misma una espada te atravesará el alma. Por este medio, sin embargo, saldrán a la luz los pensamientos íntimos de los hombres.»
Ante todo lo dicho por Simeón, iluminado por el Espíritu Santo, José y María estaban maravillados. Deben haberse sorprendido de que Simeón pudiera saber quiénes eran y que se apareciera justo en este momento.
También se impresionarían de que Jesús no sólo era gloria de Israel, sino también luz de revelación al resto de las naciones. El que San Lucas nos diga que estaban maravillados, nos lleva a pensar que con las palabras de Simeón los padres de Jesús tendrían una más profunda inspiración acerca del Misterio de la Redención.
Al presentar a su Hijo al Altísimo en el Templo, María debió haber tenido una elevada oración de entrega de Jesús al Padre, pensando los sufrimientos que debía pasar para completar la Redención. Los presentimientos de su Madre, se ven confirmados por lo que Simeón le revela: una espada te atravesará el alma.
Y ese dolor lo tuvo la Madre desde ese momento y lo vivió de manera superlativa en la cruz, cuando una espada también atravesó el alma de ella.
Nos dice Juan Pablo II en su Encíclica Madre del Redentor, que las palabras de Simeón fueron una segunda Anunciación para la Virgen. Es cierto, aquí en la Presentación en el Templo, María tiene un panorama más completo sobre el dolor que ella compartirá con su Hijo para la realización de la Redención. Ya ella había dado su fiat. Y lo volvió a dar en esta segunda Anunciación y lo siguió dando durante toda su vida, hasta entregarlo como el Cordero muerto en la Cruz para la salvación del mundo.
¿Qué significa el que Jesús sería signo de contradicción?
Ya desde su infancia comenzó la contradicción, la oposición, la disputa. Fue perseguido por Herodes y por eso tuvieron que huir a Egipto.
Cuando comenzó su vida pública, tuvo la oposición acérrima de Fariseos y Saduceos. Lo acusaron de estar ligado a Satanás. En su pueblo, Nazaret, trataron de empujarlo por un barranco, por lo que había dicho en la Sinagoga allí. En la Fiesta de la Dedicación del Templo trataron de apedrearlo por blasfemo. Lo acusaron ante Pilato de alebrestar al pueblo. Sus enemigos no cejaron hasta no verlo muerto en la Cruz.
Inclusive después de su Resurrección, la oposición a su doctrina y a su Iglesia continúa.
Muchos aceptarían la salvación que nos trae este Niño recién nacido, pero muchos la rechazarían. La salvación fue realizada por Jesús, pero somos libres de aceptarla o de rechazarla. Es el misterio de la libertad humana.
Jesús lo ha hecho todo y desea que todos aprovechemos la salvación que El nos ha regalado, pero requiere que respondamos a ese gran regalo con algo muy pequeño e insignificante, pero que a veces nos parece muy grande e importante: nuestra voluntad. Nuestra voluntad entregada a El, como la entregó su Madre, que se hizo y se reconoció “esclava del Señor” (Lc. 1, 38), y gracias a Ella y a su entrega, Dios realizó la obra de salvación de la humanidad.
¿Alguien más se dio cuenta de la llegada del Mesías al Templo por primera vez?
Lucas 2:
36. Había también una profetisa muy anciana, llamada Ana, hija de Fanuel de la tribu de Aser. No había conocido a otro hombre que a su primer marido, muerto después de siete años de matrimonio.
37. Permaneció viuda, y tenía ya ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones.
38. Llegó en aquel momento y también comenzó a alabar a Dios hablando del Niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
37. Permaneció viuda, y tenía ya ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones.
38. Llegó en aquel momento y también comenzó a alabar a Dios hablando del Niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
Impresiona que Ana haya hablado del Niño a todos los que estaban viendo la escena. No nos dice San Lucas si creyeron o no, si fueron luego seguidores de Jesús. ¿Qué habrán pensado esos afortunados que pasaban por allí en ese momento? No lo sabemos, pero deben haber recibido muchísimas gracias.
¿Cómo y cuándo se celebra la Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo?
Cada 2 de Febrero se cumplen los 40 días después del Nacimiento el 25 de Diciembre. Ese día se celebra la Presentación de Jesús y la Purificación de su Santísima Madre.
Pero ¿por qué es la Fiesta de la Candelaria?
Porque, como Cristo fue anunciado por Simeón como la Luz del Mundo, ese día se bendicen las velas que a todo el mundo le interesan tanto. Lamentablemente, no porque quieren reconocer a Cristo como Luz del Mundo, sino porque buscan las velas benditas como protección y a veces hasta como superstición. Nuestra Señora de la Candelaria es la Santísima Virgen representada con una vela o candela en sus manos, la cual se venera ese día.
La Santísima Virgen y San José, Simeón y Ana son modelos de lo que Dios requiere de nosotros para realizar su obra de salvación: docilidad a Dios y entrega a su Voluntad, que nos son dadas especialmente en el recogimiento y oración. Si los imitamos, el Espíritu Santo nos hará saber que Jesús es nuestro Salvador y así El podrá cumplir en nosotros su obra de salvación.
Así podremos ver que aún siendo “signo de contradicción”, El es “Luz que alumbra las naciones”… que alumbra a cada uno de nosotros.
Las velas benditas de esta Fiesta de la Presentación del Señor nos recuerden que para nosotros Jesús es Luz y no signo de contradicción, pues nos dejamos iluminar y guiar dócilmente por su voluntad.
"Amado San José, haz crecer en mí la fe que en ella buscaré la esperanza y caridad"
No hay comentarios:
Publicar un comentario